Esa noche sentía más vividamente que en otras ocasiones, como cuando el destello opaco del final se avecina tormentoso y violento. El laboratorio estaba frío y la llama azulada del mechero me hacía pensar en un sol viejo y decadente. Eran más de las tres de la mañana cuando Ismael apareció abatido bajo el alero de la puerta con un hueso en su mano; tambaleante y sin mirarme se sentó en el mesón, en la mano izquierda traía una botella de pisco la que empinó en su boca y dio un largo trago, luego dijo con voz balbuceante:
-¿Y si me meto el puto hueso por la raja? ¿Alguien me va decir alguna gueá?
Lo miré y le di una sonrisa monalísica. Estaba cansado de las horas en el microscopio, los estudiantes, la frustración, los años gastados y perdidos fatalmente, el desdén de mis estúpidos colegas, el desdén de mis hijos, mujer, padres, hermanos, tíos y abuelos. Y TODO tras el inocente e infantil deseo de quitarle el velo a la novia de Dios; mencionar una sola palabra en la lengua universal, sacarle una piedra al saco, hacerme invisible a mi mismo, volver a ser un niño que juega en serio, mirar a través del espejo, ser un superguea, ser el superhombre de visión de rayos x, mirado desde abajo como una hormiga bajo mi pulgar; una vida en la basura por un sueño estúpido. En soledad confusa, le quité la botella a Ismael y bebí dos largos tragos; el pisco resonó como libertad ganada –pensé.
-¿Cuándo follaste la última vez? –pregunté.
-¿Cuándo se te paró la última vez? -me respondió sarcásticamente mirando al suelo.
-Mira cabrito -respondí con calma- “Poéticamente habita el hombre la tierra” dicen por ahí, así que déjate de gueviar y hace lo que tenís que hacer no más, o si no, apaguemos las luces altiro ¿para qué esperar?
Luego de un par de tragos le devolví la botella; ahora el pisco resonaba a libertad de segunda mano comprada en el persa.
-¿El hueso es derecho cierto? –dijo Ismael mirando el fémur pseudohumano que tenía en su mano. Miré el hueso, lo examiné un segundo y dije que sí, que era más o menos derecho.
-No po gueón!! No te fijís en gueás ahora, ¿está dentro del rango en que un hueso puede ser derecho o no? -replicó violentamente.
-Sí –contesté sin entender.
-Ya, entonces ¿por qué el camino tiene que ser tan laberíntico? ¿No que la ciencia es el palacio del orden, construida ladrillo sobre ladrillo? Tapemos el sol con un dedo, entreguémonos al desapego afiebrado y pueril de nuestra corta juventud y chupémonos un coco mejor!! -dijo casi gritando.
Una ventolera se desató en ese momento y entró como el mismísimo demonio por la ventana, los dos quedamos atónitos mirando como los papeles volaron por todo el laboratorio proféticamente. Uno de ellos bailó elegantemente sobre mi cabeza y se posó en el regazo de Ismael, éste lo tomó y lo leyó con perfecta retórica como olvidando su embriaguez: “La coherencia ideal de la ciencia no se da en cada científico y tampoco en cada época de la ciencia. Permanece como un límite al cual tiende el espíritu humano mientras procura reconocer su ruta en la maraña de las contradicciones”1
Dos años después de su desaparición, recibí una carta con un timbre de Kafarnaun, sus palabras no deben ser mencionadas aquí, pero puedo decir que el sentimiento que produjo en mí esa carta, fue algo así como vértigo, como una sensación de encierro en un espacio totalmente abierto.
Las arrugas en mis manos ya son profundas, sin embargo cada vez que las miro me río del entendimiento, y casi como una visión extática, me sobrecoge el entendimiento del no entender.
Ahora con su permiso me retiro, una hipótesis aguarda en el mesón llena de esperanza.
1. La historia de la célula, 1999. Juan De Dios Vial Correa. Editorial Universitaria.
-¿Y si me meto el puto hueso por la raja? ¿Alguien me va decir alguna gueá?
Lo miré y le di una sonrisa monalísica. Estaba cansado de las horas en el microscopio, los estudiantes, la frustración, los años gastados y perdidos fatalmente, el desdén de mis estúpidos colegas, el desdén de mis hijos, mujer, padres, hermanos, tíos y abuelos. Y TODO tras el inocente e infantil deseo de quitarle el velo a la novia de Dios; mencionar una sola palabra en la lengua universal, sacarle una piedra al saco, hacerme invisible a mi mismo, volver a ser un niño que juega en serio, mirar a través del espejo, ser un superguea, ser el superhombre de visión de rayos x, mirado desde abajo como una hormiga bajo mi pulgar; una vida en la basura por un sueño estúpido. En soledad confusa, le quité la botella a Ismael y bebí dos largos tragos; el pisco resonó como libertad ganada –pensé.
-¿Cuándo follaste la última vez? –pregunté.
-¿Cuándo se te paró la última vez? -me respondió sarcásticamente mirando al suelo.
-Mira cabrito -respondí con calma- “Poéticamente habita el hombre la tierra” dicen por ahí, así que déjate de gueviar y hace lo que tenís que hacer no más, o si no, apaguemos las luces altiro ¿para qué esperar?
Luego de un par de tragos le devolví la botella; ahora el pisco resonaba a libertad de segunda mano comprada en el persa.
-¿El hueso es derecho cierto? –dijo Ismael mirando el fémur pseudohumano que tenía en su mano. Miré el hueso, lo examiné un segundo y dije que sí, que era más o menos derecho.
-No po gueón!! No te fijís en gueás ahora, ¿está dentro del rango en que un hueso puede ser derecho o no? -replicó violentamente.
-Sí –contesté sin entender.
-Ya, entonces ¿por qué el camino tiene que ser tan laberíntico? ¿No que la ciencia es el palacio del orden, construida ladrillo sobre ladrillo? Tapemos el sol con un dedo, entreguémonos al desapego afiebrado y pueril de nuestra corta juventud y chupémonos un coco mejor!! -dijo casi gritando.
Una ventolera se desató en ese momento y entró como el mismísimo demonio por la ventana, los dos quedamos atónitos mirando como los papeles volaron por todo el laboratorio proféticamente. Uno de ellos bailó elegantemente sobre mi cabeza y se posó en el regazo de Ismael, éste lo tomó y lo leyó con perfecta retórica como olvidando su embriaguez: “La coherencia ideal de la ciencia no se da en cada científico y tampoco en cada época de la ciencia. Permanece como un límite al cual tiende el espíritu humano mientras procura reconocer su ruta en la maraña de las contradicciones”1
Dos años después de su desaparición, recibí una carta con un timbre de Kafarnaun, sus palabras no deben ser mencionadas aquí, pero puedo decir que el sentimiento que produjo en mí esa carta, fue algo así como vértigo, como una sensación de encierro en un espacio totalmente abierto.
Las arrugas en mis manos ya son profundas, sin embargo cada vez que las miro me río del entendimiento, y casi como una visión extática, me sobrecoge el entendimiento del no entender.
Ahora con su permiso me retiro, una hipótesis aguarda en el mesón llena de esperanza.
1. La historia de la célula, 1999. Juan De Dios Vial Correa. Editorial Universitaria.
5 comentarios:
Prof. Dr. Frederic:
Me gusto su cuento...mas que la chucha la verdad. Apenas comence a leerlo, El Rayo vino a mi imaginacion, como una escena normal en un dia cualquiera... aquel dia en que alguno de los estudiantes se volvia loco y enfrentaba balbuceante de la borrachera a su tutor... nuevamente el existencialismo juega sutilmente en tu escrito... la dicotomia "todo me vale una mierda"- Esperanza me parece muy acertada y la siento omnipresente en tu estilo... pulento el cuento. Un abrazo grande!!
PS: What about your Mammals??
PS2: Te escribo desde las cercanias de The Shire y de Mordor...
Cheers,
me gusta cuando los libros de la "realidad" entran a jugar en el mundo virtual, en este caso, en dos virtualidades que no son excluyentes; internet versión blog, y en la literatura (que es un mundo virtual análogo). el tinte poético del cuento, el profesor fredes lo lleva en la sangre, eso se nota. tb me gusta que el cuento sea casi autobiográfico desde el presente-futuro. se los doy firmado, ese es fredes cuando tenga 50, pero él nos lo está mostrando cuando tiene 30. un pequeño viaje en el tiempo, gracias a las neuronas corticales -diría el neurocientífico Chileno Aboitiz.
Y claramente, como bien dice el profesor Doctor HANS, huele al rayo antes de que se quemara.
algo notable del cuento, es la esperanza que impregna Fredes en la ciencia, al menos en la suya. eso es notable porque invita a soñar; a soñar con esa sutileza que no todos tienen.
un abrazo a todos los PCs.
Está muy bueno el cuento. Algunas partes no las caché bien quizá porq eran circunstancias rayísticas. O quizá porq al profesore Fredes le encantá underdeterminar sus cuentos (lo cual hace con mucha gracia--sea dicho). Me quedó la duda de si alguno de los personajes era álter ego de alguien conocido...
La reflexión sobre la ciencia me parece propicia y creo q la comparto. Aunq en ocasiones el cuento me dejo un sabor pesimista respecto de la actividad del científico. Sin embargo, no creo q el inconmesurable tamaño de la empresa científica deba deprimirnos. Al menos a mí no me de deprime sino q hace más interesante el desafío. Si el objetivo de uno es encontrar "la verdad" completa, uno está condenado a la frustración. Pero sí uno apunta a develar verdades parciales, o llegar tan lejos como se pueda en confirmar una hipótesis o conjetura, la pega puede llegar a ser grata. Como decía Bulnes viejo (q.e.d.) muchas veces lo perfecto es enemigo de lo bueno.
Abrazos.
Me dijo el Dr. Fredes, “…yo escribo puras mentiras…”. Y es cierto, pero escribe mentiras poéticas que son precisamente las necesarias para decir verdades de la manera más limpia. Una larga explicación emborracha la mente y confunde todo. Un espacio creado de una conversación y un rincón demasiado familiar como para que sea casualidad, despierta un sentimiento como si estuviese siendo alumbrado. En un choque de un recuerdo con un ahora, me hace sentir un camino que puedo reconocer como propio, develar a Isis. Se que no es la única manera de enfrentar la ciencia, pero claramente es la mía también. Una lucha imposible de abarcar lo inabarcable. Y en el ejercicio de intentar hacerlo, elongar el alma. Me gustó.
Publicar un comentario