jueves, 5 de junio de 2008

El Invierno

Ha comenzado el turno de noche –pensó- y escuchó el pesado sonido de las puertas cerrándose y dejando atrás la ola de frío y neblina que cubría la ciudad con un manto obscuro y solemne, como el velo de una viuda que se acaba de casar.

Entró a la sala, su sala, se cubrió con las ropas que correspondían a su cargo y su quehacer, y tomó los instrumentos que necesitaba para develar el misterio. Aquel acertijo le había arrebatado buena parte de su vida y de sus años, y no pretendía dejar que un nerviosismo infantil le impidiera ahora dar con la solución.

Se había adentrado en tan tamaña empresa siendo muy joven e inexperto, cometiendo errores livianos y graves; siguiendo pistas correctas e inexistentes; consiguiendo aciertos y felicitaciones en otras de las veces.

La obsesión llegó con el invierno, no con la estación a la que estábamos acostumbrados en nuestra niñez, sino que con nuestro invierno, este estado constante de penumbra, frío y soledad que llegó un día para quedarse y nunca más se fue. Al llegar, comenzó a dedicar más tiempo a su extraña manera de ver la vida tras las compuertas de su sala. Al quedarse, finalmente el misterio –como solía llamarlo- tomó todo control y prioridad de su ser (y de su estar) hasta hoy.

Vestido con ropas de diversa índole, cubierto para enfrentar el peligro; tomó el recipiente que contenía el significado de su existencia, lo miró extasiado por largos treinta minutos, descubrió cada detalle y tomó nota de ello, pensó en el futuro y ya no era tan invierno. Sin embargo justo afuera de su sala soplaba el viento con furia, ciertamente llevándose la neblina, pero dejando al descubierto la más cruda de las soledades, como si esa ciudad estuviese paralizada y desalmada.

Siguió examinando su tesoro, su misterio diría, y dejando atrás el éxtasis y aquel nerviosismo pueril que lo invadía, con mano fuerte y segura comenzó a abrirlo. Certeramente fue descifrando cada una de las trampas y claves que lo separaban de alcanzar la gloria, su propia gloria, un inalcanzable momento de felicidad, íntima, orgullosa. El sudor frío de su frente chocaba con el ceño fruncido por la concentración. Otra trampa más y ya estaba. Al fin.

El turno de noche ya estaba por acabarse, no así la obscuridad exterior, cuando emprendió por fin, el último de los movimientos que develarían su misterio. Con el pulso alborotado y la sangre saliendo por su nariz, sigilosamente levantó el último eslabón, sonrió y una intensa luz blanca le ganó al invierno por unos minutos en esa ciudad.

7 comentarios:

Matias Bulnes dijo...

Interesante cuento. No me queda claro , sin embargo, q orden de misterio estaba develando el protagonista. Me dio la impresión q manipulaba un tubo de ensayo pero eso podría corresponder a un químico, biólogo o algún otro científico; e incluso es compatible con q el protagonista haya sido un alquimista o charlatán extasiado en la busqueda ilusioría del misterio último.

Me gusto tb la alusión a la ciudad "paralizada y desalmada". Me recordó mis experiencias en Stgo y tb interpretó algunas de las sensaciones actuales en NY. Vivir en ciudades tan grandes tiene un costo en términos de desapego. No faltan los momentos en q uno mira la ciudad y ve algo frío e impersonal, q no produce identificación. A veces la ciudad y uno van por rieles distintos y, tiene razón Hans, q esto es especialmente notorio durante períodos de arduo trabajo, perídos en q el contraste entre el mundo interior de uno y el exterior es patente.

ffredes dijo...

la verdad es que, así como hace notar el profesor coolness, no me queda claro la profesión del protagonista, ni tampoco la naturaleza del misterio. Me confunde un poco el hecho del turno de noche, me da la idea de un nochero o guardia que en lugar de hacer su trabajo se dedica a buscar el misterio último. Lo mas misterioso del misterio es que hay sangre en la nariz del protagonista al momento de revelar el secreto, quisiera saber la razón de este hecho.
Es interesante el punto de la obsesión del hombre por los misterios; como la vida de un hombre puede tener un sólo objetivo perdiendo de vista el resto del mundo, y finalmente agudizando la soledad infranqueable del hombre.

Hans dijo...

Ciertamente, nuestro o nuestra personaje carece de una profesión definida o conocida, es la idea, representar una generalidad, aqui no es importante a qué se dedica, sino que retratar una obsesión, cualquiera, que hace que la vida pase frente a uno y a veces uno no alcance a subirse. Lo de la ciudad, bueno...el Prof. Dr. Coolness dio en el clavo, el invierno y la ciudad son estados permanentes de la impersonalidad y esquizofrenia citadina...
Con respecto a la sangre en la naríz, en estados extáticos fuertes, es común que eso ocurra, ahora la fisiología involucrada, la desconozco, se me ocurren algunas explicaciones, pero no vienen al caso.
Gracias por los comments...un abrazo.

noib dijo...

quisiera comenzar este comentario por el final.
...la sangre corriendo por la nariz, al final d un gran esfuerzo. esto me recuerda al último tema q he andado escuchando... Hoppípolla d los Sigur ros. Hoppípolla está en islandés, y significa algo así como saltar en un charco. lo interesante es q en este tema, al final, la letra dice q no importa q me corra sangre por la nariz, igual me paro y sigo. y si ven el video en youtube, verán q se trata de unos viejitos saltando en charcos y haciendo puras puerilidades... y al final le sale la sangre d la nariz y se para...
en conclusión, me parece un momento poético notable del escrito, tener ese tipo de atmósfera en la descripción.
por otro lado, me gusta el hecho d q no habla d nada en específico, solo contornos y grandes campos receptivos, diría el neurobiólogo. es algo así como la visión parafoveal d los primates. no ve los detalles específicos, sino las tendencias... lo macro, para saber dónde se está parado en el mundo. así q me gusta esta forma de escribir y d contar, o trazar, las líneas generales del mundo.
tb siento q tiene tintes a las clásicas historias del primer héroe literario del profesor Hans, el mismísimo Sir Arthur Conan Doyle.

un gustazo,

pez dijo...

Dicen que el Tarot es sólo el camino entre el loco y el mago. La búsqueda es lo relevante porque es lo que transmuta al buscador. El alquimista casi faústico que nos presenta el dr. Hans a curtido a través de su método, la forma de su sentir poético. Es tan poderosa su conexión con su búsqueda, que el espacio que lo rodea se torna su propio sentir invernal. Su calor interno a su vez depende de la magnificencia de develar el misterio que lo persigue. El personaje me encanta por el icono que es. Me gusta que no hay divorcio entre él y su entorno. De viejo mañoso, hay algo que no sé lo que es, que me incomoda en el ritmo, sobretodo al principio. Buen final, casi de comic, puedo ver la viñeta.

Hans dijo...

Que bieeeeen, apareció el Prof. Dr. Pezzoli...gracias por el comment a todos los PCs...espero con ansias el texto de Pez, esta vez como PC.
Con respecto al ritmo del comienzo que le incomoda al Prof. Pellozi, le contesto que es una nueva forma de introducir un cuento que estaba tratando de entrenar, que no es tan narrativa, ni tan en prosa...y puede incomodar porque es descriptiva y llena de recursos literarios comunmente encontrados en poesía...yo ni cacho si me quedó bien o no. Pero siempre es bueno recibir críticas...de todo tipo...es la idea, no PCs?
Un abrazo.

ffredes dijo...

Wena Venozi!! apareciste!!

me queda mucho mas claro ahora el oficio alquimistico del protagonista, también lo de la sangre en la nariz. Sin embargo lo del turno de noche sigue siendo un artefacto que confunde y no le agrega mucho al cuento. Pienso que quitándole ese comienzo la naturaleza faustina del protagonista quedaría mucho mas clara.
Un abrazo PCs
ojala pudiéramos hacer una reunión en el bar ingles en valpo pronto.