Iba arrastrando la pala, como si fuese arando. Dejando una cicatriz seca en la tierra muerta del cementerio. La noche brotaba densa por entre las lápidas. El silencio negro y espeso se sentía casi como un sabor. Era su convicción lo que evitaba que el terror lo hubiese devorado hace rato. Su convicción y el botellón de vino que colgaba sin gracia de su otra mano, huesuda como una garra. Un flato y un resabio de flema se convirtieron en un escupitajo sonoro, quebrando cualquier quietud. El viejo ebrio como estaba se sabía solo, si es que sólo contamos a los vivos, y estaba cómodo con eso. La calentura era más fuerte.
“A la mierda con todo” gruñó, sin que se le pudiese entender mucho lo que decía. Caminaba dando tumbos, igual que sus pensamientos. Su niñez en la calle. El dolor de sus pérdidas, mujer y crío. Ya no recordaba nombres sólo hechos. Porque el mundo está formado por los hechos no por las cosas. Las cosas, las formas, los movimientos se hablan entre si y son esas conversaciones las que hacen el mundo. Las cosas sueltas no significan nada, son abstracciones, pedazos inconexos. Se lo repetía mucho, porque sabía que estaba a punto de desenterrar un muerto. Bueno, una muerta, para ser más exactos.
El viejo se detuvo afirmándose de la pala y vomitó algo oscuro y hediondo. Se limpió la jeta con el antebrazo y volvió a chupar de la garrafa, como si fuera una teta.
“Una teta muerta” pensó y rió por el sarcasmo, sin saber lo que sarcasmo significa. Se restregó la cara con fuerza, como para asegurarse que seguía ahí. Entonces volvió a caminar. Las lápidas eran espejos opacos que resplandecían pálidos, callando secretos vergonzosos y propios.
El viejo masculló “¡Cállense mierdas!, ¿Qué tanto miran?”
En su borrachera, como en cualquier otra anterior, le colgaba una erección flácida entre las piernas que sentía a cada paso. Al frente de él, arañando el cielo, se recortaba el árbol sin hojas. Moviéndose como manoteando el viento.
“Aquí es” se dijo, de nuevo hablando solo. Haciendo aspaviento del aliento que aun le quedaba, mofándose del seco silencio de sus contertulios. Reconoció la tumba y después de un trago de premio, comenzó a cavar. Sabía lo que buscaba. Rubia, como de unos veinticinco o veintisiete años. Buena figura, hasta bien vestida, como si fuese a ir a una fiesta.
“Cuica hueona”. Volvió a reír.
Para suerte de él la tierra aun estaba blanda. La habían enterrado esa mañana. Lo sabía porque había ayudado a enterrarla.
“Supiera la familia”. Después que se van todos, cuando finalmente hay que tapar la tumba, hay que manipular el ataúd. Para sacar las cintas y apoyarlo al fondo. Ahí fue cuando se les cayó y se abrió el cofre. Tuvo que saltar en el hoyo para volver a acomodarla dentro del cajón, cerrarlo y dejarlo bien puesto. Para luego, salir de ahí y finalizar el entierro. Fue entonces que la vio.
“Vestidita de gala la hueona rica, pocas tetas pero carita de mina de la tele. Enjoyá entera”, pensó. Agarró el botellón, otro trago, otro flato. “Cuicos hueones” volvió a pensar. Se reía de la vanidad, sin saber como mencionarla.
Siguió cavando. Su silueta enjuta contrastaba con las ramas secas. Ambos esqueletos deformes meciéndose por sobre los muertos.
“¡Que frío culiao!” Continuó haciendo el hoyo por un buen rato más. Horas quizás. Era tirar la tierra hacia fuera lo que más le dolía. Había ganado profundidad acercándose hacia la promesa de bienestar. Pensó en la imagen.
“Acostaita y bien arreglaita te está esperando hueón. Hasta linda se veía vestiita de verde” Más carcajadas, más vino.
El viejo de seco que estaba ya ni siquiera transpiraba pero emanaba, si hubiese habido alguien para sentirlo, un olor rancio y vinagre como parte de su cansancio. Seguía penetrando si saben a que me refiero. La tierra se apilaba fuera del hoyo mientras él se acercaba más y más a su propósito. El filo activo de su pala dio un golpe sordo a la madera al fondo de su infierno recién creado. Un escupitajo lubricó sus cayos al frotarse las manos. Se sentía contento como un niño y menos ebrio producto del esfuerzo físico. Estaba que se meaba. Parado arriba del ataúd y con el marrueco abierto orinó un rincón de la pared de tierra que lo rodeaba. Con sed y apenas, se encaramó por el hoyo para recuperar la garrafa de un manotazo. Ya estaba casi vacía. Pero daba lo mismo. Tomó un largo trago, dejando apenas un resto.
“Total ahora viene lo bueno”. Limpió la tierra que aun lo separaba de su presa, y haciendo palanca con la pala logró abrir el cajón de madera. La luna blanca iluminaba todo debajo de él, haciendo brillar la cara de la rubiecita. “Hasta muerta se ve rica” rió sin piedad. Estuvo a punto de agarrarle un pecho, pero ni ebrio ni amargo como lo había vuelto la vida pudo hacerle eso a la muerte. Se quedó mirándola serio y ahogó sus pensamientos con lo que le quedaba de vino. Odió al mundo y a la mierda que llaman vida. De vuelta a lo suyo. Collarcito de perlas, aritos de diamantes, todo al bolsillo. El premio gordo, el anillo. Era de oro sin duda, y nunca había visto tanta piedra de color titilando como si fueran estrellas y menos al fondo de la tierra.
“¡Cuica de mierda, cagá hasta muerta!” La mano contraída en un puño de ira contra el destino cruel que la había arrastrado a la fatalidad en el ápice su hermosura, se negaba a entregar su última joya. El viejo forcejeó todo lo que pudo, pero la fortaleza de una muerta pudo más que él. El alba despuntaba apenas azulando la negrura de la noche. No quedaba mucho rato. Sin muchas alternativas y reacio a abandonar lo que había venido a buscar, trató de mover el brazo al borde del ataúd. La mujer estaba empecinada a no colaborar. Todo era una rigidez fría y gris. Al tomarle el antebrazo notó una enorme cicatriz que le descendía hasta la muñeca. Por algún motivo esto lo descompuso hasta hacerlo vomitar.
“¡Mierda!”. Todo se estaba volviendo una inmundicia. Ya no se atrevía a mirarla a la cara y empezó a nublársele el pensamiento. Con la rabia ciega del fracaso tras los ojos tomó la pala para azotar la mano del cadáver con toda la fuerza que le quedaba. Esperaba cortar la mano y terminar el saqueo en casa. Pero sólo logró quebrar algunos dedos. El alba era inminente. El horror que la noche había escondido en su alma, la luz empezaba a hacerlo evidente.
“¡Suelta el anillo mierda!” Las escasas horas que quedaban para el amanecer hicieron que entrara en pánico. La ambición se volvió locura negra. Pudo estirar el dedo roto, pero la contusión hacía imposible que el anillo saliera. Tenía que hacer algo pero rápido, y el renunciar no existía. Sus manos ya no tenían fuerza. Los ojos del viejo destellaban de lujuria y deseo. Arrojó la pala hacia fuera para hacerse espacio, se agachó adolorido y se metió el dedo de la muerta en su boca. Confiaba que la saliva haría todo más fácil, y empezó a forcejear esperando que el anillo saliera. Tironeó con su mandíbula encajada sobre lo que creía era su tesoro, su ventaja, su joya prima. Para recuperar desde la muerte lo que la vida le había negado. Con rabia, con furia, con asco, tironeó como un perro carroñero. Y de pronto todo cedió, dedo, anillo, todo cedió. En medio de un silencio espástico, una bocanada buscando aire se volvió sólo vacío. El viejo atragantado con dedo y anillo se tropezó sobre un cadáver impávido. No podía respirar y todo intento de mantener su vida se hacía inútil. Atravesada en su garganta una muerta lo arrastraba hasta la quietud de su propio lecho. Desesperado intentó escalar la muralla de tierra negra, como tratando de escapar de lo que había despertado. Con arcadas oscuras y bocanadas sin aire, sin vida el viejo se desplomó.
El amanecer creció lentamente hasta reflejarse con el temblor del rocío sobre una pila marrón de tierra. El sol brotaba cálido alumbrándolo todo, menos las profundidades de ese hoyo. El astro aun débil, se negaba a extender todavía su vista hacia último bastión de la noche. Si tenía suerte alguien lo taparía antes de que tuviese que mirarlo de frente. Apoyada contra un árbol seco una pala oxidada quedaba como único testigo mudo. De pronto unos pájaros comenzaron a cantar anunciando que otro día más había partido. <><
“A la mierda con todo” gruñó, sin que se le pudiese entender mucho lo que decía. Caminaba dando tumbos, igual que sus pensamientos. Su niñez en la calle. El dolor de sus pérdidas, mujer y crío. Ya no recordaba nombres sólo hechos. Porque el mundo está formado por los hechos no por las cosas. Las cosas, las formas, los movimientos se hablan entre si y son esas conversaciones las que hacen el mundo. Las cosas sueltas no significan nada, son abstracciones, pedazos inconexos. Se lo repetía mucho, porque sabía que estaba a punto de desenterrar un muerto. Bueno, una muerta, para ser más exactos.
El viejo se detuvo afirmándose de la pala y vomitó algo oscuro y hediondo. Se limpió la jeta con el antebrazo y volvió a chupar de la garrafa, como si fuera una teta.
“Una teta muerta” pensó y rió por el sarcasmo, sin saber lo que sarcasmo significa. Se restregó la cara con fuerza, como para asegurarse que seguía ahí. Entonces volvió a caminar. Las lápidas eran espejos opacos que resplandecían pálidos, callando secretos vergonzosos y propios.
El viejo masculló “¡Cállense mierdas!, ¿Qué tanto miran?”
En su borrachera, como en cualquier otra anterior, le colgaba una erección flácida entre las piernas que sentía a cada paso. Al frente de él, arañando el cielo, se recortaba el árbol sin hojas. Moviéndose como manoteando el viento.
“Aquí es” se dijo, de nuevo hablando solo. Haciendo aspaviento del aliento que aun le quedaba, mofándose del seco silencio de sus contertulios. Reconoció la tumba y después de un trago de premio, comenzó a cavar. Sabía lo que buscaba. Rubia, como de unos veinticinco o veintisiete años. Buena figura, hasta bien vestida, como si fuese a ir a una fiesta.
“Cuica hueona”. Volvió a reír.
Para suerte de él la tierra aun estaba blanda. La habían enterrado esa mañana. Lo sabía porque había ayudado a enterrarla.
“Supiera la familia”. Después que se van todos, cuando finalmente hay que tapar la tumba, hay que manipular el ataúd. Para sacar las cintas y apoyarlo al fondo. Ahí fue cuando se les cayó y se abrió el cofre. Tuvo que saltar en el hoyo para volver a acomodarla dentro del cajón, cerrarlo y dejarlo bien puesto. Para luego, salir de ahí y finalizar el entierro. Fue entonces que la vio.
“Vestidita de gala la hueona rica, pocas tetas pero carita de mina de la tele. Enjoyá entera”, pensó. Agarró el botellón, otro trago, otro flato. “Cuicos hueones” volvió a pensar. Se reía de la vanidad, sin saber como mencionarla.
Siguió cavando. Su silueta enjuta contrastaba con las ramas secas. Ambos esqueletos deformes meciéndose por sobre los muertos.
“¡Que frío culiao!” Continuó haciendo el hoyo por un buen rato más. Horas quizás. Era tirar la tierra hacia fuera lo que más le dolía. Había ganado profundidad acercándose hacia la promesa de bienestar. Pensó en la imagen.
“Acostaita y bien arreglaita te está esperando hueón. Hasta linda se veía vestiita de verde” Más carcajadas, más vino.
El viejo de seco que estaba ya ni siquiera transpiraba pero emanaba, si hubiese habido alguien para sentirlo, un olor rancio y vinagre como parte de su cansancio. Seguía penetrando si saben a que me refiero. La tierra se apilaba fuera del hoyo mientras él se acercaba más y más a su propósito. El filo activo de su pala dio un golpe sordo a la madera al fondo de su infierno recién creado. Un escupitajo lubricó sus cayos al frotarse las manos. Se sentía contento como un niño y menos ebrio producto del esfuerzo físico. Estaba que se meaba. Parado arriba del ataúd y con el marrueco abierto orinó un rincón de la pared de tierra que lo rodeaba. Con sed y apenas, se encaramó por el hoyo para recuperar la garrafa de un manotazo. Ya estaba casi vacía. Pero daba lo mismo. Tomó un largo trago, dejando apenas un resto.
“Total ahora viene lo bueno”. Limpió la tierra que aun lo separaba de su presa, y haciendo palanca con la pala logró abrir el cajón de madera. La luna blanca iluminaba todo debajo de él, haciendo brillar la cara de la rubiecita. “Hasta muerta se ve rica” rió sin piedad. Estuvo a punto de agarrarle un pecho, pero ni ebrio ni amargo como lo había vuelto la vida pudo hacerle eso a la muerte. Se quedó mirándola serio y ahogó sus pensamientos con lo que le quedaba de vino. Odió al mundo y a la mierda que llaman vida. De vuelta a lo suyo. Collarcito de perlas, aritos de diamantes, todo al bolsillo. El premio gordo, el anillo. Era de oro sin duda, y nunca había visto tanta piedra de color titilando como si fueran estrellas y menos al fondo de la tierra.
“¡Cuica de mierda, cagá hasta muerta!” La mano contraída en un puño de ira contra el destino cruel que la había arrastrado a la fatalidad en el ápice su hermosura, se negaba a entregar su última joya. El viejo forcejeó todo lo que pudo, pero la fortaleza de una muerta pudo más que él. El alba despuntaba apenas azulando la negrura de la noche. No quedaba mucho rato. Sin muchas alternativas y reacio a abandonar lo que había venido a buscar, trató de mover el brazo al borde del ataúd. La mujer estaba empecinada a no colaborar. Todo era una rigidez fría y gris. Al tomarle el antebrazo notó una enorme cicatriz que le descendía hasta la muñeca. Por algún motivo esto lo descompuso hasta hacerlo vomitar.
“¡Mierda!”. Todo se estaba volviendo una inmundicia. Ya no se atrevía a mirarla a la cara y empezó a nublársele el pensamiento. Con la rabia ciega del fracaso tras los ojos tomó la pala para azotar la mano del cadáver con toda la fuerza que le quedaba. Esperaba cortar la mano y terminar el saqueo en casa. Pero sólo logró quebrar algunos dedos. El alba era inminente. El horror que la noche había escondido en su alma, la luz empezaba a hacerlo evidente.
“¡Suelta el anillo mierda!” Las escasas horas que quedaban para el amanecer hicieron que entrara en pánico. La ambición se volvió locura negra. Pudo estirar el dedo roto, pero la contusión hacía imposible que el anillo saliera. Tenía que hacer algo pero rápido, y el renunciar no existía. Sus manos ya no tenían fuerza. Los ojos del viejo destellaban de lujuria y deseo. Arrojó la pala hacia fuera para hacerse espacio, se agachó adolorido y se metió el dedo de la muerta en su boca. Confiaba que la saliva haría todo más fácil, y empezó a forcejear esperando que el anillo saliera. Tironeó con su mandíbula encajada sobre lo que creía era su tesoro, su ventaja, su joya prima. Para recuperar desde la muerte lo que la vida le había negado. Con rabia, con furia, con asco, tironeó como un perro carroñero. Y de pronto todo cedió, dedo, anillo, todo cedió. En medio de un silencio espástico, una bocanada buscando aire se volvió sólo vacío. El viejo atragantado con dedo y anillo se tropezó sobre un cadáver impávido. No podía respirar y todo intento de mantener su vida se hacía inútil. Atravesada en su garganta una muerta lo arrastraba hasta la quietud de su propio lecho. Desesperado intentó escalar la muralla de tierra negra, como tratando de escapar de lo que había despertado. Con arcadas oscuras y bocanadas sin aire, sin vida el viejo se desplomó.
El amanecer creció lentamente hasta reflejarse con el temblor del rocío sobre una pila marrón de tierra. El sol brotaba cálido alumbrándolo todo, menos las profundidades de ese hoyo. El astro aun débil, se negaba a extender todavía su vista hacia último bastión de la noche. Si tenía suerte alguien lo taparía antes de que tuviese que mirarlo de frente. Apoyada contra un árbol seco una pala oxidada quedaba como único testigo mudo. De pronto unos pájaros comenzaron a cantar anunciando que otro día más había partido. <><
6 comentarios:
weno weno weno.
Me gusto mucho su cuento profe penozi.
Primero que todo: me produjo cosas, y eso no pasa con todos los escritos. me gusta mucho su calidad de comic, como ya se lo había mencionado, las vinetas pasaban por mi mente a medida que avanzaba en el cuento.
Me recordó a Gollum y su anillo.
volveré con más pronto...
Me gustó harto su macabro cuento Profesor Pellozi.
Era su cometido intentar que la perversa persona del lector pensara en necrofilia?? o soy sólo yo?
Encontré bien cadenciosa la lectura, con "arribas y abajos" en el ritmo. La idea del cuento también me pareció buena...algo así como un Robin Hood E-1, que muestra cuan determinantes son ciertos defectos humanos a la hora de satisfacerlos. Como siempre Profesor Pezzoli entrega una moraleja en sus cuentos...es coincidencia profesor??? o totalmente planificado???...Pa que no sean todo flores, debo decir que el remate no me convenció del todo...creo que pudo haber sido más potente y haber estado más a la altura del resto del cuento...aunque en general sigue siendo una buena historia. Sal-U2 Profesor, Salud-os PCs.
Se agradecen los comentarios. Debo reconocer que lo de la muerte y las cosas medias oscuritas me han gustado desde chico. Dr. Hans no tema, el truco era hacer pensar al lector que a lo que va es a presenciar un acto de necrofilia. Lo bonito es que sólo lo piensan aquellos con una mente un poco torcida, como uno. Mi vieja lo leyó y no se le ocurrió. Lo del remate que dice Ud. es el último párrafo o la muerte del viejo? Porque la verdad es que el ultimo párrafo me costo caleta. De hecho al comienzo tenía otro final y es verdad que nunca lo sentí muy bien. Lo de moraleja, no se si es moraleja lo que quiero dejar, si un quiebre. Un cambio del flujo original del cuento. Quizás es sólo la crianza católica haciendo estragos en la psiquis. Pero supongo que la mejor critica que puedo recibir de los postcolombinos es que ha ratos les haya dado un poco de asco. Con lo de comic, bueno fredes tiene razón. Supongo que así pienso, como pequeñas tomas visuales. Soy un hueon de vista, por lo que supongo que así escribo. Gracias por los comentarios y las criticas siempre necesarias. <><
Concuerdo con Fredes en q el relato tiene una cierta cualidad visual. El estilo del Profe Pezzoli es altamente descriptivo, con una preocupación especial en el escenario donde se desarrolla la acción. Esto es común en escritores q intentan afectar al lector en su fibra más emocional q racional. Y creo q el relato consigue generar una atmósfera, una sensación. Me parece exitoso.
2 pequeñas críticas. Primero, me hubiera gustado un poco más de desarrollo del personaje. El relato desarrolla de manera exitosa un argumento inesperado--como fue discutido respecto de la espectativa de necrofilia. Sin embargo, me quedé con ganas de entender algo más la psicología del personaje. Se entiende q es de estracción popular dado su resentimiento contra los cuicos. Tb se entiende su avaricia y embriaguez. Pero el acto mismo y su caracter sacrílego daban quizá espacio para usar más el personaje en beneficio del relato. Asumo q no era el objetivo del Profesor Pezzoli desarrollar el personaje pero creo q le hubiera dado más fuerza al relato si hubiese habido un móvil algo más visible pa tan descarnada acción. Después de todo, sospecho q el relato funciona en parte importante por la sugerencia q el necrófilo y el avaro son psicológicamente similares pues su obsesión nubla su jucios moral.
Lo segundo, tb relacionado con lo anterior, es la reflexión sobre los "hechos" versus las "cosas" y cuáles componen la realidad última. Sin lugar a dudas es una pregunta interesante poética y filosóficamente. De hecho, es una "vexing question" en la filosofía anglosajona del último siglo q son los hechos y cuál es su rol en nuestro entendimiento del mundo y la realidad. Sin embargo, me pareció un tanto incongruente con la imagen q finalmente uno se forma del personaje. Me despisto un poquito esa reflexión.
Celebro las participaciones del profesor Pezzoli por esa visualidad atmosférica q transporta al lector, pero tb porq propone una veta narrativa poco explorada por los restantes PCs q exije un analisis de los post en aspectos distintos y tremendamente instructivos.
Saludos PCs.
Me alegro que se haya habido harta crítica. Significa que el cuento generó espectativas y eso me dejó contento. Supongo que vale hacer una pequeña declaración de intenciones con lo que fue el cuento, sólo como para alcarar de donde nace. Primero Bulnes tiene razón con lo de su vexing question. Por algún oscuro motivo que no entiendo, parte de este cuento se gatillo a partir de que me topé da lo mismo como y de manera superficial con Wittgenstein y su tractatus. Y por primera vez lei esto de que son los hechos y no las cosas las que forman el mundo. Y me pareció tremendamente iluminativo. De ahí que la inclusión de ese pensamiento en alguien como el viejo sea derrepente un poco descolocante. Pero a la vez es un argumento mal usado, una falacia porque el hecho es un saqueo a una tumba y no tiene más vueltas que darle. Segundo, "descenso" nació como un opuesto oscuro a "caminata". Justo la otra dirección y con la intención y final opuesto. Por último es cierto que mi mala costumbre es que escribo de manera cinematográfica o en viñetas como dice fredes. Descenso se escribió en su mayoría muy ebrio. Y fue como ir siguiendo con los ojos la imagen, sin profundizar más que con lo que estaba ocurriendo. Trataré de darle más profundidad a las cosas en el próximo. Gracias y nos leemos. <><
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