martes, 30 de diciembre de 2008

Plegaria

Virgilio respiró profundo y tosió una flema negra. Frío. Frío seco en las manos y los pies. El horizonte estaba todavía oscuro, aunque en el cielo no se veían nubes. Otro día más sin sol. Virgilio acarició la cabeza su de hijo y juntos apuraron el paso. Comenzaron a ver a los demás. Cascos grises de hollín y overoles plomos que se juntaban en una mancha lerda que caminaba hacia la entrada. Ya más cerca, las caras y los gritos.
“Oye Virgilio, ¿así que ese eh el cabro chico?” Llegaba el Lucho por la derecha.
“¿Cómo se llama?” preguntó.
“Dante” Le respondió Virgilio.
“¡Venga!, ajajajajajajaja. Nombre de maricón.” Luís se rió y le golpeó la espalda al crío.
“Ya lleva como 10 días viniendo pa acá”. Dijo el padre.
“¿Y cuantos años tení?”
“Trece” respondió el niño.
“¿Y ahonde les toca?” Luís se les había pegado y no pretendía soltarlos hasta que llegaran a los túneles.
“Estoy ayudando a mí papá en el 13 - 27”
“¿Y ya te llevaron?”
“No, hoy día le toca” interrumpió Virgilio. “Nos vamos a arrancar un rato después de almuerzo”
“Ahí se te va a quitar lo maricón, ajajajajaja”
“Déjate de huevear un rato Lucho”
Bajaron las escaleras. Las jaulas metálicas estaban abiertas. Virgilio miró el reloj. Se sentía raro. Desde que traía a Dante a la mina, se estaba dando cuenta de otras cosas. Como que en los ascensores nadie reía y las conversaciones eran susurros. “Y tú, Lucho ¿en que túnel estaí?”
Cerraban las jaulas con más rejas, y empezaban a bajar.
“Al fondo del 8 - 1” susurró Luís.

“¿Y ya te llevaron?”, preguntó el compañero de su papá. Estaba emocionado pero quería negarlo. Dante había escuchado historias del Tío de boca del “Compadre Flaco”, su papá y los demás mineros. Pero siempre fueron para asustar a los más niños. Él no creía en tonteras. Pero aun así, hoy irían a la cueva del Tío. Entraron al “Descensor”, como le decían todos. Su papá y el otro minero siguieron conversando. Cruje todo el metal, prenden las luces. Empieza el leve temblor, mientras la pared de en frente empieza lentamente a alternarse entre bloques de piedra y cemento que corren hacía arriba. Todavía no se acostumbraba al ascensor.

Dante y Virgilio se bajaron después que Luís. Empezaron a prepararse de inmediato y se encaminaron a la reunión con el capataz de obra. A la hora de almuerzo dejaron de trabajar y comenzaron a caminar por los túneles. Dante iba siguiendo. Desembocaron en una escalera de metal empotrada en una pared. Bajaron a un túnel más viejo. Caminaron unas vueltas y a medio pasillo, tres escalones más abajo, “La gruta del Tío”. Virgilio se acordaba de lo mucho que ese mamarracho lo había asustado. Lo repasaba porque era la misma experiencia a la que iba su hijo, y por el contraste de lo que ahora sentía. En las sombras de ese hoyo, la criatura tenía por columna vertebral un chuzo de metal ensartado en una base de cemento. Con varios alambres gruesos mal soldados, se armaba una maraña que pretendía ser las costillas. Dentro de ese tórax deforme una base plana para las velas. Colgando en la punta del chuzo, un cráneo de perro. Atravesándole la parte más alta, dos fierros curvos como cachos. Brazos y manos eran maderos amarrados. De uno colgaba un tazón metálico y del otro una vara. En vez de piernas tenía unas amarras de alambres delgados enredados entre sí, y atadas en el suelo a un par de enormes rocas. Atrás de todo, unas alas secas y medio podridas. Quizás de algún cóndor muerto. Abiertas como un telón roñoso. La calavera del perro colgaba enfrentando la apertura de la gruta con un solo ojo. Virgilio dejó que Dante entrara primero. En silencio, sacó una caja de fósforos y encendió la vela al centro del animalejo improvisado. Cuando la llama comenzó a brillar, retrocedió dejando a Dante solo en la gruta, frente al engendro. Virgilio miraba a ambos parado detrás de los escalones. Era una tradición medio estúpida pero no se atrevía a romperla. Dejó que Dante encendiera la segunda vela y la colocara. Virgilio miraba la escena. Observó como temblaba la luz por entre el ojo de hueso. Sintió angustia.
“No dejes que se haga minero” susurró. “Sálvalo de este trabajo de mierda”.
Dante encendía la segunda vela.

Finalmente habían llegado a la gruta del Tío. Bajó los escalones acercándose al rostro blanco arriba de él. Su papá entró después. No veía nada con esa luz. Pero con un fósforo su padre encendió el corazón del Tío y toda la gruta. Las sombras de los huesos chuecos del Tío caían sobre alas negras y todo lo demás. Un monstruo alado, filoso y alargado lo miraba con un quemante ojo naranja. Sabía lo que tenía que hacer. Su corazón le ardía en el pecho, y la vela le temblaba en la mano. Dante recordó a la abuela decir que el Tío vivía en el rincón más profundo. Y era Él el que cagaba toda la plata que había enterrada bajo tierra. Toda la plata, el oro, cobre, diamantes y todas las piedras por las que el hombre robaba, traicionaba y mentía. Que el petróleo contaba igual porque era cuando tenía diarrea. Dante se descubrió pensando que era impresionante que cagara tanto, porque la verdad es que no lograba verle mucho culo. Con horror ocultó una sonrisa. Volvió a mirar el pecho en llamas y el ojo naranja. Respiró profundo. Un calor húmedo. Estiró la mano con el candil y la hundió en la incandescencia del pecho del Tío. Prendió la vela con pausa y la colocó al lado de la de su padre. Sentía como le latía el corazón. Estaba aterrado pero tratando de mantener el control. Al echarse para atrás, todo se puso peor. El corazón del Tío era una enorme llama roja mientras su ojo crepitaba con furia. Entre las sombras las alas parecían batir. Un crujido pétreo resonó cuando el Tío giró la cabeza. Los colmillos cortaban la sonrisa amarilla que se mecía frente a Dante. El fuego se asomaba por el ojo, cuando el ente levantó el brazo con que sostenía la copa. Los pies de piedra se empezaron a mover sacudiendo la gruta con un estruendo. Los ojos del Tío bailaban desorbitados. Dante escuchó un rugido. Fue entonces que vio al demonio teñirse de negro y tragárselo.

La tronadura mal hecha vino de arriba del túnel. La roca se quejó. En un golpe seco de hollín y piedras la gruta colapsó, aplastando las velas con el peso de la mina. La fuerza de todo empujó a Virgilio al suelo. El túnel se llenó de polvo. A oscuras trató de respirar, sólo logró toser algo seco. Le dolía el pecho. Se sentía adolorido y sabía que sangraba. Virgilio se sentó contra una pared. Aturdido trató de recordar donde estaba y que acababa de pasar. ><>

5 comentarios:

pez dijo...

Señores, por esos rajazos de la vida me tocó cerrar el año. Que puedo decir ha sido un aporte para mi vida que me hayan invitado a este grupo. Es cierto que a veces el cansancio y los tiempos juegan en contra, pero el ejercicio de escribir y recibir sus pareceres a sido excelente. Señores, un tremendo abrazo para todos y un muy feliz 2009.
cuidense.

noib dijo...

interesante cuento minero profesor Pez. un tanto exigente el cuento, quizás un poco por la longitud como por e entramado de los personajes. luego de leerlo un par de veces, digerí el relato. me pareció interesante el cuento subterráneo. está bien contado con buen ritmo, diálogos preciso sin abuso. lo que más me gustó del cuento es su atmósfera oscura, dada principalmente por se una mina. no sé si alguno ha entrado a una mina de pequeña minería... ufff. una experiencia bizarra.

me gustó su relato.
un abrazo

Hans dijo...

Debo confesar pública y postcolombinamente que soy un fan de los relatos del Profesor Pez. A mi parecer, es una linda alegoría Chilena al infierno de la Divina Comedia, o no Profesor? siendo virgilio el guía de Dante, que representa la razón. Lo escontré estupendo, bien contado, con contenido emocional además. Me gustó mucho la intención de Virgilio de salvar a Dante de su destino social, como le ocurrió a tanto minero del carbón y de salitre en Chile.
Me recordó también a sub-terra y la descripción del Tío como el demonio que hay bajo tierra, que caprichosamente puede dejar enterrados a quienes él quiera. Linda metáfora. En resumen, otra pulentidad de Pez. Gran aporte.
Saludos PCs.
Hans PottsColombino.

Matias Bulnes dijo...

Cuencuerdo con ambos comentarios. El cuento es bastante exigente pero muy bueno. Es exigente porque está muy bien escrito, sin pretensión pero con gracia. Pero por sobre esto, me pareció exigente porq testea nuestros conocimientos de la Divina Comedia. La verdad q no creo haberla leído entera y la última vez q lo intenté (y tb la única, creo) fue hace como 12 años. Recuerdo q a esas alturas (i.e. con unos 18 años) me pareció de una erudición medieval absolutamente fuera de mi alcance. Acaso, hoy podría darle más pelea... En fin, me sentí subcalificado para sacarle jugo al relato y es posible q me haya perdido de varios touchés.

Pero sí caché los q dice Hans: Virgilio, Dante, decendiendo al "infierno." Me pregunto cuánto más hay. Me pregunto, e.g., por qué "Plegaria"?

Una cosa q se podría mejorar es el desenlace. Me pareció un poco confuso el final. Parecía como q el Tío explotó, pero por otro lado, esto parecía como un hecho esperado por Dante y Virgilio. Esto, a su vez, me llevó a alguna confusión respecto de los móviles iniciales de ambos. Creo, en suma, q podría afinarse un poquito el relato final pa orientar un poco más al lector.

Entiendo, en todo caso, q el final del relato es casi irrelevante. La idea está fuertemente centrada en alegoría dantesca y en ese departamento, me pareció cautivante. Creo además q la calidad literaria de los relatos del profe Pez está sustentada en un trabajo muy meticuloso. Quería tb resaltar este hecho. Se nota el trabajo.

pez dijo...

Buenas señores postcolombinos. Atrasadisimo con el post. Pido las más sentidas disculpas. Las explicaciones agravan la falta así que nada. Se agradecen mucho los comentarios y criticas. Yo también siento que quedo un poco confuso, pero me gusta. Estaba tratando de probar otras formas de narrativa a ver que salía. Entretenido fue encontrar eco en el ñoñismo. Dante y Virgilio decendiendo a los "infiernos" es el único giño a la divina comedia. La verdad fue al revés, tenía la idea de la mina y necesitaba nombres para dos hombres. Respondiendo a las preguntas del Dr. Coolnes, existen los altares del tío en la mineria más artesanal, por lo menos en Bolivia hasta donde yo estoy enterado. Así que la idea de llevar a Dante allá es sólo como una costumbre al iniciarse como minero. Como para pedir que nada le pase. Y plegaria es porque el padre en ese momento pide otra cosa y se cumple. Supongo que la frase que quería poner en el cuento pero no la puse por cursi es que el demonio sí escucha sus plegarias. eso, salutes y muy feliz 2009.