lunes, 22 de diciembre de 2008

La Canción.

“...Aturdido y abrumado...”

Cuando oyó estas primeras palabras, no pudo sino ahogar un torrente de lágrimas, focalizar su atención en la Rockola, amablemente pedirle otra copa al hombre del bar, y en el estoico silencio de su esquina, recordarla.

La había visto casualmente por los alrededores de aquel espacio monótono en el que habitábamos durante casi todo el día. Casi todo el año. Gastábamos el tiempo en lecturas fútiles y eternas de sabiduría incierta y sospechosa, que olían a cigarrillo y a café malo, a menudo entre conversaciones banales y un tanto pueriles a ratos, que alargaban nuestra estadía hasta bien entrada la noche. Y ahí estaba ella, siempre paseando con su ademán tan gracioso, y su juventud principiante, despreocupada y un tanto rebelde.

Esbozando la más triste de sus sonrisas, cerró los ojos y evocó esa noche en que le habló. No sabía si fue vodka o ron lo que bebieron, pero sabía que se habían encontrado y atraído fuertemente. Era una atracción espesa, viscosa; que sin embargo era dulce como la miel. Hablaron muchas cosas, muchas horas y muchas canciones pasaron por esa noche. Su risa y su inteligencia habían iluminado su sendero lleno de obstáculos y fallas. Finalmente, el torbellino existencial se alejaba de su vida. Llegaba la primavera, albergando una secreta esperanza en aquel monótono lugar.

Siempre con la excusa de la música y la lectura, conversaban varios vasos de su solución alcohólica favorita (nunca recordó si fue vodka o ron), pero hablaban sin escuchar; sólo se miraban, sus ojos enardecidos se besaban y tiernamente en su interior se deseaban sin decirlo, sin saberlo.

La viscosidad se hizo cada vez más gruesa e insoportable. Habían pasado ya muchos libros, infinitas canciones, demasiado vodka o demasiado ron. La tensión de sus miradas era ya absolutamente inaguantable, hasta que por fin, todo cedió. Fueron meses de felicidad incontenible, de secretas visitas y largas noches. Ahora los libros y las canciones tenían más sentido y razón. De su guitarra ya no salían sino prístinos y alegres acordes, la vida era digna de vivir.

Todos sabemos que la intensidad es breve y que opera en ambas direcciones. Fue así como aquella maldita noche, en que sus miradas se encontraron una vez más, entendieron que la vida no es siempre igual, que el dinamismo del día a día no es indiferente, y que finalmente se habían enamorado.

“…Mozo, sírveme la copa rota, quiero sangrar gota a gota…el veneno de su amor.”

Abrió sus ojos. Y todo acabó.

4 comentarios:

pez dijo...

Master Hans. Primero, disculpe la tardanza de la respuesta. Segundo, que buen último cuento para cerrar el año. Me gustó la cadencia y el rítmo. De hecho se nota algo de canción. La descripción del amor como un espacio viscoso y propio es buena. Tiene un tono lúgubre y melancólico como de taberna. Como cuento de ebrio. Me gusta el final. Trae en la esperanza lo inevitable del despertar del amor. No es fracaso, pero es la ruptura de algo. Me gusta eso. Lo felicito señor Hans.
Un abrazo desde estos lares a por alla.
p.s.:La pregunta obvia, por qué no logré reconocerla, ¿qué canción es?

Matias Bulnes dijo...

Estimadísimo profesor, sus cuentos tienen mucha música, rito. Tiene ud buena mano pal relato nostálgico. Quedé, sin embargo, con la sensación de haberme perdido de algo. Me intriga el hecho q el relato empieza en un bar pero luego pasa al recuerdo de las muchas horas q pasaban allí... leyendo. Me pregunto si hay alguna clave q se me pasó o si leían en el bar, o si aquel lugar es una evocación de un lugar indeterminado.

Un abrazo y disculpas por lo tardío del comment.

noib dijo...

profesor Hans,
interesante cuento sobre el recuerdo, el amor; el sabor de ambas cosas, cuando se mezlcan, cuando están solas. un relato poético refelejado en el bar, el antro de divagaciones existenciales. le queda muy bien la atmósfera descrita. me pasa un poco q a ratos los saltos son un tanto rápido, y eso me pierde un poco.
el cuento tiene una buena viscosidad.
un abrazo

el otro medio dijo...

Exelente cuento querido hans..recuerdo tantas noches en un bar, pidiendo otra copa (otra botella seria mas preciso), con olor a noche y a cigarrillo..jaja..que noches mas chilenas broder..te esperamos aca en tu pais....se te hecho de menos