Nunca lo entendió bien. Como que las cosas pasaban pero no pasaban. Su vida se debatió entre esa dicotomía siempre. Desde su nacimiento fue distinto, pero realmente distinto, no ese tecnicismo de “todos somos distintos”. No lloró al nacer. Los médicos hablaban con velada inquietud acerca del “bebé con mirada profunda”. Nunca se lo comentó a nadie, pero siempre recordó su nacimiento, los espasmos minutos antes de sentir la presión, el dolor en sus no desarrollados músculos al tratar de evitar salir, la primera bocanada de aire en sus pulmones, el olor a asepsia....siempre recordaba todo. Nunca enfermó, bueno, nunca se enfermó completamente. Los resfríos como que llegaban, pero se iban. La alergia como que empezaba, pero se terminaba. Incluso aquella vez que le diagnosticaron apendicitis. Nadie se explicó en el cuerpo médico por qué ese niño que cumplía con todos los diagnósticos de una apendicitis, tenía el apéndice sano cuando lo abrieron! Se lo extrajeron igual y nunca lo comentaron con nadie. Sabía que generaba recelo en la gente, siempre lo sintió. Incluso su madre, cuando lo miraba, lo hacia con miedo, léase pavor. En cuanto a su padre....
Nunca lo entendió bien, esa sensación de maldad que le embargaba desde pequeño. Ese deleite casi orgásmico en los pequeños sufrimientos de la gente. Le encantaba asistir a funerales, sólo para escuchar los llantos desconsolados de las mujeres y observar las caras consternadas de los hombres. Lo mejor eran las viudas jóvenes con hijos pequeños. Eso si que era un deleite. O empujar ciclistas. Su madre (su “santa” madre) sufría cuando salía con Él a la calle. Desde que logró entender el balance de su cuerpo que empujaba a los ciclistas que pasaban a su lado....y reía. Reía con una risa cruel. Mientras más terrible era la caída del ciclista sobre el asfalto, más profunda y malévola era la risa que incontrolablemente le salía desde su garganta. Nunca entendió por qué después de eso siempre se ponía a llorar con una pena desgarradora, con una culpa gigantesca.
Nunca entendió la fascinación que generaba en el sexo opuesto. Siempre lo atribuyó a su físico, su físico de atlas de anatomía aún cuando lo único que hacía era comer comida basura. Su contextura era atlética y fibrosa, pero nunca levantó una pesa o hizo un abdominal. Las mujeres lo seducían desde que tuvo edad para ser seducido. A la profesora de octavo básico le costó el puesto y la cárcel cuando la encontraron cabalgándolo sobre la mesa del profesor, durante un recreo, gritando como si la vida se le fuese a acabar después de ese polvo. Para ser honestos, acabó nueve meses después. Desde ese episodio sólo tuvo profesores hombres y estudió en un colegio de niños. Su madre, su “santa” madre, sabía. O al menos sospechaba.
Nunca entendió por qué pasaban las cosas....o no pasaban. Por qué durante 33 años no tuvo pareja estable, nadie que le amara. Siempre era lo mismo. Sexo desenfrenado, con mujeres que manifestaban entre temor y adicción a Él y que nueve meses después, morían. Eso, hasta que alguien le habló del condón. Desde entonces, nadie más murió, pero aún así, nunca nadie le amó. Él ni siquiera lograba entender la palabra.
Nunca entendió su existencia....hasta ese día. Caminaba por la calle cuando un ciego le habló y le dijo que lo estaba esperando. “Te he estado esperando 33 años. ¿Por qué te demoraste tanto en venir aquí?” Sólo cuando escuchó esas palabras tomó conciencia de donde estaba. La conversación con el ciego fue rara, léase inconexa. Final de los tiempos, nuevo reino en la humanidad, catástrofes por ocurrir. Y Él lo lideraría todo, lo heredaría todo ¡lo gobernaría todo! Claramente esas palabras no tenían ningún sentido para Él, pero el ciego parecía saber mucho y sonaba muy seguro, léase informado. “Ve”, le había dicho el ciego, “Ve y rasura tu cabeza. Ve y date cuenta por ti mismo. Observa tu marca y asume tu destino” Destino. La palabra quedó dando vueltas en su cabeza. ¿Tal vez encontraría alguna explicación a su inexistente existencia? Llegó a casa. Subió a su habitación, y sin saber por qué, se afeitó la cabeza. Fue entonces cuando lo vio, una especie de marca en el cráneo, como tallada en el hueso. Pero no se distinguía completamente. Como todas las personas de este lado del planeta, había escuchado hablar de la marca, pero ésta parecía no estar completa, igual que su existencia.
Nunca entendió la cara de desilusión del ciego, que supuestamente no podía ver. “No entiendo qué pasó” era lo único que el ciego repetía. “Esto no puede ser posible, ¡estaba escrito!” Nunca entendió lo que lo llevó a comprar la pistola en un barrio de la periferia, pero lo que si sabía, de lo que estaba seguro, es de que si Él era quién el ciego pensaba, no lo era completamente y se jugaría la vida por demostrarlo. ¿Cómo explicar su error universal? ¿Un coitus interruptus del cola de flecha con su vieja? No, eso eran niñerías, no hechos, como los de su vida. Evidentemente, moriría si se disparaba. Se puso el frío cañón en la boca, tomó aire y presionó el gatillo. Nunca recordó bien qué fue lo que pasó, pero de lo que si estaba absolutamente seguro y lo estaría siempre, es que desde ese día estaba medio muerto y medio resucitado....
Escritor responsable: Rodrigo de la Iglesia
Nunca lo entendió bien, esa sensación de maldad que le embargaba desde pequeño. Ese deleite casi orgásmico en los pequeños sufrimientos de la gente. Le encantaba asistir a funerales, sólo para escuchar los llantos desconsolados de las mujeres y observar las caras consternadas de los hombres. Lo mejor eran las viudas jóvenes con hijos pequeños. Eso si que era un deleite. O empujar ciclistas. Su madre (su “santa” madre) sufría cuando salía con Él a la calle. Desde que logró entender el balance de su cuerpo que empujaba a los ciclistas que pasaban a su lado....y reía. Reía con una risa cruel. Mientras más terrible era la caída del ciclista sobre el asfalto, más profunda y malévola era la risa que incontrolablemente le salía desde su garganta. Nunca entendió por qué después de eso siempre se ponía a llorar con una pena desgarradora, con una culpa gigantesca.
Nunca entendió la fascinación que generaba en el sexo opuesto. Siempre lo atribuyó a su físico, su físico de atlas de anatomía aún cuando lo único que hacía era comer comida basura. Su contextura era atlética y fibrosa, pero nunca levantó una pesa o hizo un abdominal. Las mujeres lo seducían desde que tuvo edad para ser seducido. A la profesora de octavo básico le costó el puesto y la cárcel cuando la encontraron cabalgándolo sobre la mesa del profesor, durante un recreo, gritando como si la vida se le fuese a acabar después de ese polvo. Para ser honestos, acabó nueve meses después. Desde ese episodio sólo tuvo profesores hombres y estudió en un colegio de niños. Su madre, su “santa” madre, sabía. O al menos sospechaba.
Nunca entendió por qué pasaban las cosas....o no pasaban. Por qué durante 33 años no tuvo pareja estable, nadie que le amara. Siempre era lo mismo. Sexo desenfrenado, con mujeres que manifestaban entre temor y adicción a Él y que nueve meses después, morían. Eso, hasta que alguien le habló del condón. Desde entonces, nadie más murió, pero aún así, nunca nadie le amó. Él ni siquiera lograba entender la palabra.
Nunca entendió su existencia....hasta ese día. Caminaba por la calle cuando un ciego le habló y le dijo que lo estaba esperando. “Te he estado esperando 33 años. ¿Por qué te demoraste tanto en venir aquí?” Sólo cuando escuchó esas palabras tomó conciencia de donde estaba. La conversación con el ciego fue rara, léase inconexa. Final de los tiempos, nuevo reino en la humanidad, catástrofes por ocurrir. Y Él lo lideraría todo, lo heredaría todo ¡lo gobernaría todo! Claramente esas palabras no tenían ningún sentido para Él, pero el ciego parecía saber mucho y sonaba muy seguro, léase informado. “Ve”, le había dicho el ciego, “Ve y rasura tu cabeza. Ve y date cuenta por ti mismo. Observa tu marca y asume tu destino” Destino. La palabra quedó dando vueltas en su cabeza. ¿Tal vez encontraría alguna explicación a su inexistente existencia? Llegó a casa. Subió a su habitación, y sin saber por qué, se afeitó la cabeza. Fue entonces cuando lo vio, una especie de marca en el cráneo, como tallada en el hueso. Pero no se distinguía completamente. Como todas las personas de este lado del planeta, había escuchado hablar de la marca, pero ésta parecía no estar completa, igual que su existencia.
Nunca entendió la cara de desilusión del ciego, que supuestamente no podía ver. “No entiendo qué pasó” era lo único que el ciego repetía. “Esto no puede ser posible, ¡estaba escrito!” Nunca entendió lo que lo llevó a comprar la pistola en un barrio de la periferia, pero lo que si sabía, de lo que estaba seguro, es de que si Él era quién el ciego pensaba, no lo era completamente y se jugaría la vida por demostrarlo. ¿Cómo explicar su error universal? ¿Un coitus interruptus del cola de flecha con su vieja? No, eso eran niñerías, no hechos, como los de su vida. Evidentemente, moriría si se disparaba. Se puso el frío cañón en la boca, tomó aire y presionó el gatillo. Nunca recordó bien qué fue lo que pasó, pero de lo que si estaba absolutamente seguro y lo estaría siempre, es que desde ese día estaba medio muerto y medio resucitado....
Escritor responsable: Rodrigo de la Iglesia
5 comentarios:
Estimados,
long time no see (en términos formales).
Quisiera reintegrarme, presentándoles al escritor responsable Rodrigo de la Iglesia. Un tigretón por donde se le mire. Rodrigo (29) vive actualmente en la ciudad de Concepción. Y actual actualmente, se encuentra en EE.UU. participando de un viaje místico.
Celebro la invitación de don Rodrigo. El escrito me parece simplemente notable. El argumento está bien apretadito y desarrollado con intriga e ingenio en el texto. Creo que definitivamente es uno de los puntos altos de los PCs.
Hay muchísimos temas que valdría la pena comentar pero me restringiré a 2. En primer lugar, me pareció poderoso el relato inicial del parto y el shock de salir al mundo desde la perspectiva del feto. Me recordó el video de "Teardrop" de Massive Attack. Ese puntapié inicial es tan efectivo que inmediatamente enmarca el relato en una atmósfera de oscuridad.
En segundo lugar, el desarrollo del personaje desde ese momento inicial está muy bien hecho. Rodrigo va develando su amoralidad gradualmente, de una manera que incrementa el shock y al mismo tiempo dirige el curso del relato.
Un lujo de invitado.
Saludos PCs.
Primero saludar a don Rodrigo, un gusto tenerlo por acá. Segundo, sé que no es escusa el fin de semana largo, así que perdón por el atraso del comentario. Y Tercero pero más importante que los otros dos, al hueso. Me gustó el relato. Alude tácitamente al anticristo dejándolo entrever sólo a través de intuición y cultura católica popular (exceptuando lo del coitus interruptus, ya a las finales del relato como ayuda al perdido). Me gusta como va armando al personaje, y como ciertas cosas quedan como misterios en vez de explicaciones (donde es el aquí del ciego y por qué no es el anticristo completo, por ejemplo). Las analogías invertidas de la vida y la muerte, lo que es bueno y malo. Me gusta la idea del superhombre inmoral. Buen tinte oscuro, de todo mi gusto. Pero lo que más me atrajo es la falta de noción de su propia existencia que tiene este pseudo profeta oscuro. Buen ritmo y muy buena última línea. Para agregarle su queja al cuento, encuentro que abusas de la muletilla "léase". saludos y paz
Gracias señores PCs por los comentarios...un placer haber sido invitado a publicar en tan selecto lugar.
Nos leemos
Putas, mil disculpas por la demora, pero el finde me tiene atrapado. Don rodrigo divertido cuento. Con una coherencia en la trama que me costaria mucho lograr. Ingenioso y bien logrado a mi parecer. Por ahi se cuela ël perfume¨ y obviamente ¨la profecia¨. Mi mente da para poco estos dias, pero volvere con mas cuando tenga algo de tiempo para pensar. Un abrazo.
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