Cena Caníbal.

Me lavo las manos y me siento, en mis muslos una servilleta blanca, dispuesta como en restaurante de lujo, no sé cómo usar los cubiertos puestos delante de mí en orden lógico. Con mis ojos rasgados de huevo y con un gesto de ignorancia contemplo la gran cantidad de tenedores, cucharas y cuchillos de distintos tamaños y formas… como no sé darles un uso adecuado, usaré mis manos (y me avergüenzo de no saber usar unas herramientas tan simples) pero no importa, nadie me está mirando.

Las velas, las luces, todo el lugar está preparado para recibirme, ambientado, la música, el olor del aire, será la cena mas placentera de mi vida. Y en el plato… claro, ahí estás tú.

Paso mi lengua por tu piel para asegurarme que has sido lo suficientemente bien aliñado, ese saborcito salado estimula mis glándulas salivares y me hace pensar que no has tomado baño para venir a la cena, para aliñarte un poco más te invito a bailar conmigo, por tus poros salen gotitas de sudor y el cuadro es perfecto, tanto que hasta siento pena de comerte… pero que le vamos a hacer, hemos venido solo a una cosa.

En el primer beso me trago tu lengua, de una forma delicada y suave, tanto que casi no percibes que haz comenzado a ser engullido. Y con tu lengua arrastro algunas vísceras, de la misma forma que succiono un tallarín. Te siento cantar desde dentro de mí y aún no te das cuenta cómo estás siendo devorado. Te abrazo fuerte y tiro tu piel, crees que te estoy ayudando a sacar tu camisa y no percibes que en tu pecho sangrante es posible visualizar perfectamente la anatomía de tus músculos, en ese momento podrías haber sido donado a alguna escuela de medicina, pero no hemos venido a eso. Tomo tu piel con mis dos manos y la paso por la mía, hasta llegar a mi boca y la trago de una bocanada, como si fuera de panqueque, a esa altura podría estar satisfecha, pero hoy tengo un hambre insaciable… entonces comienzo a dar mordiscos en tu cuerpo ultra desnudado y voy saboreando en cada mordisco el sabor a ti, entre medio me lanzas una idea, me escupes una sensación y de apoco comienzas a percibir que parte de ti está faltando. Entonces antes que sea demasiado tarde me lanzo sobre tus ojos y con la mayor agilidad los embucho casi sin masticarlos, casi me atoro y para pasarlos mejor tomo un sorbo de fluidos escrotales. Ahora crees que es de noche, pero la verdad es que la mitad de tu cuerpo ya está siendo digerida por mi sistema digestivo. Entonces casi siento un poco de remordimiento por despojarte tan violentamente de tu cuerpo, pero que le vamos a hacer, ya sabemos a lo que hemos venido. De ti ya queda poco y yo estoy hecha un desastre, salpicada de tu cuerpo y media hinchada por la gran cantidad de ti que he consumido. Reposo un momento a tu lado, dejándome rodear por tus brazos (que aún no he tragado) y una sonrisa divide mi rostro por la mitad. Te miro incompleto y siento tanta dulzura en mi interior.

Entonces decido terminar con la cena antes de sentirme demasiado satisfecha, me lanzo sobre ti y abro mi boca como si fuera la boca de una ballena y comienzo a tragarte por los pies, escuchas el cric crac de tus huesos y comienzas a asustarte un poco, pero yo no puedo detenerme, llego hasta tu pecho y tu corazón se sacude como un pez fuera del agua y yo siento que el placer me recorre como un ejercito de hormigas trabajando y despejo pericardio fibroso y seroso y apoyo mi cabeza en tu corazón, mi cabeza se mueve al ritmo de tus latidos y yo abrazo fuerte lo que queda de ti, y cuando tu corazón comienza a enlentecerse yo me apuro y lo trago de una vez, el corazón tiene que estar vivo, no puedo engullir uno que no palpite, tiene que palpitar y luchar por no ser comido… entonces el espacio que dejaron tus ojos tiene un color azul profundo y creo que a través de ti puedo ver el mar, me arrojo dentro de tu cráneo y me entretengo entre los surcos de tu cerebro… cierro los ojos y te disfruto, cuando los abro me veo tirada en la mesa, desparramados los restos de ti, lo que quedó de tus ropas y lo que no pude comer, que es poco.

Estoy satisfecha y feliz, creo que no comeré en un buen tiempo… duermo, descanso de tan magno evento… y cuando comienzo a abrir los ojos de nuevo estás tú frente a mi! Con la servilleta blanca sobre tus muslos y con un tenedor y un cuchillo en cada mano… ahí pienso que es importante aprender esas reglas del buen uso de los cubiertos, seguro tú sabrás comerme con más clase, cierro los ojos y me preparo para la cena.