Cuando desperté, me sentía cansado y con una leve presión en las sienes. Al lado divisé un par de tetas subiendo y bajando, al ritmo pausado de la respiración propia del sueño. Comencé a moverlas levemente con un solo dedo de un lado para otro, sin deseo; dos enormes montañas desafiantes con sus cumbres erectas y filosas desde donde podía divisar panorámicamente todo el cuerpo de aquella durmiente. Mientras jugaba (seriamente), entretejía las historias de su vida, sin ni siquiera saber su nombre.
El desayuno fue frugal pero sabroso; dos huevos con cebolla frita, pan y café. Mientras la amable señorita se ponía sus bragas, divisé un lunar en su culo que tenía la forma de una pequeña cara humana, un escalofrío recorrió mi cuerpo. La puerta se cerró y lo olvidé todo. Tomé una lata del refrigerador y fui al baño sólo por ir.
Por largos minutos examiné mi reflejo en el espejo, haciendo horribles muecas y riendo, estúpidamente feliz. De un momento a otro, me descubrí tratando de penetrar inútilmente en esos agujeros negros y húmedos en mis ojos. En el momento que sólo pude divisar un profundo negro, en el yoctosegundo que mi campo visual se redujo sólo a aquel pequeño agujero, el cual se estaba observando paradójicamente a si mismo, algo cambió; sentí una pena estelar, cósmica y me abatí profundamente. Luego tomé la lata de Escudo y me senté en el WC, no sé por qué me acordé de la bomba de vacío que tenía el profesor de química en el laboratorio del colegio. La miré en el recuerdo, escuché su sonido maquinal tucu tucu tucu tucu… era sencilla de entender en ese momento, ahora sin embargo, después de todos estos años, no la entiendo, no la puedo comprender. Me vestí sin ducharme y salí sin rumbo a deambular por la ciudad.
Ulises, también conocido como “El Vaca” apareció como por artes maléficas detrás de una llama altiplánica en plena plaza de armas, me saludó efusivamente y yo sólo le devolví un apático hola (la bomba de vacío sonaba sin parar en mi mente). Mientras miraba sus labios moverse en medio del bullicio del mediodía, me distraje con una señora que bordeaba la cincuentena. Sus ropas lucían limpias y tenía un aspecto saludable, sin embargo y contra toda expectativa, se detenía en los basureros donde hurgaba afanosamente; de su brazo colgaba una obesa cartera atiborrada de valiosos hallazgos. Pensé en su creencia, en su fe, en sus mañanas y desayunos ¿cuándo dormía, qué soñaba?
Caminamos sin prisa y en silencio, como en un acuerdo tácito y fatal al bar Futrono. Al llegar nos recibieron las miradas ya borrosas de todos los mamíferos de costumbre: El Carecanguro, El Rata y El Perro Fuentes. Pedimos un par de piscolas y bebimos en silencio con “The End” sonando de fondo. El lugar estaba oscuro y el hedor a cerveza y meado penetraba el pensamiento. El Perro Fuentes me miró con su ojo achinado y profético, mientras su ojo de vidrio miraba remotamente como al vacío: tus ojos están hundidos, quizás se te acaba el tiempo -me dijo. Tomé un largo trago, y no contesté.
Subí las escaleras que conducían al baño tomado del pasamanos, la luz emanaba por la rendija de la puerta como si fuera la fuente del hedor que se hacía más poderoso con cada escalón que subía. Mientras meaba comencé a sudar frío, leí mecánicamente las escrituras casi bíblicas en las paredes: pico pal que lee, zorra, Juan estuvo aquí 2008, Colo-Colo campeón, los de abajo, Bernardita te amo, Pinocho culiao. Todas las combinaciones de palabras y letras tomaron sentido en cada una de las direcciones; las palabras se desbordaban de mi mente como el Mapocho en el 82’. Repentinamente, mi futuro estaba escrito ahí, en las paredes del fétido baño del bar Futrono; detalle por detalle, segundo tras segundo. Sentí nauseas y vomité, luego de unos segundos me di cuenta que en el vómito estaba yo, todo mi pasado comprimido en una mezcla de ácido, piscola y lomito. Tucu tucu tucu… sonaba sin parar en mi mente, el vacío se hacía más y más grande, sentí que mi cabeza iba a implosionar en cualquier momento. Violentamente todo se contrajo y por sólo un instante, lo vi TODO.
Cuando desperté, me sentía cansado y con una leve presión en las sienes. Cuando abrí los ojos ella estaba ahí, inmediatamente supe que todo debía seguir como estaba. Me levanté sigilosamente, abrí el refrigerador y saqué una lata; luego traspasé los limites de mi privacidad para disfrutar del dulce amargor de la cerveza, en el seguro anonimato de la ciudad.
7 comentarios:
Wow, este post está pulentísimo. Se las mando profe Fredy, es notable lo bien escrito q está porq no cuesta nada seguirlo. En eso se nota q hubo mucho trabajo en el entramado de la narración. Pero además, la prosa misma refleja los estados de ánimo del protagonista y su confusión interior. Y más encima, la conclusión del cuento es brillante. No sé qué decir, simplemente felicitarlo por tan buen trabajo. No sólo es lo q más me ha gustado del trabajo del profe Fredy sino q, en mi modesta opinión, de lo mejor q se ha publicado en el post. notable.
a veces cuando los cuentos no tratan de algo en específico, llegan. en este caso particular, pienso, el texto enfoca en un estado de ánimo en particular. Y, a partir de este prisma cuenta una historia. casi como q las cosas le pasan, sin tener la oportunidad si quiera de optar. me recuerda un poco a The Big Lebowsky, donde al protagonista sólo le pasan cosas.
me parece q el profesor Fredes comparte una intimidad.
me gustó.
Efectivamente es un cuento bastante bueno. Entretenido y facil de leer, muy en la onda de Ffredes. Me gusto lo urbano y cotidiano del relato. Y el final me parecio pulento.
Ahora cada vez que piense en la celebre pregunta Where are your mammals?, sabre que estan tomando piscola en el bar Futrono.
Que pasa PCs? estamos flojistos parece esta semana... ya pues, ya pues...chicoteen los caracoles...
Un abrazo...
Ah mierda! Nunca está demás estar de acuerdo con vuestras mercedes y felicitar a Fredes por su elocuente estilo cuentístico, especialmente si logró lucirse tanto.
Me agrado harto el ritmo, pero por sobre todos los detalles que quisiste revestir de pasajeras, de fondo, complementarias, relleno y no tan relleno (todas absolutamente naturales y necesarias) me llamó la atención sobre el modo con el cual colocaste los puntos sobre las íes con la figura de la señora que busca en la basura sus valiosos hallazgos.
Mis más honestos elogios Felipe.
Muchas gracias PC's por sus comments.
Lo mas entretenido de escribir, es que uno no sabe lo que produce sobre el lector; nunca pensé que podía gustar tanto. Debo confesar que escribí como apuradito, y que como siempre las motivaciones ultimas del texto están ocultas para el autor (al menos durante la escritura). Ahora me recuerdo escribiendo y el único texto que puedo decir orbitaba en mi cabeza, fue el Extranjero de Albert Camus. Un libro fascinante que deja su huella en el Carecanguro.
Primero lo primero. Pido disculpas por la demora. Ahora a lo importante. Un cuento sencillo y franco. Desde no sólo desde una primera persona, sino que del silencio propio del yo. Jugando con los espacios lentos y la apreciación sin comentario. Aire a domingo post carrete. Me gusta lo simple y urbano de la narrativa. harto güeno, me gustó.
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